Voy a estrenar 2021 y este blog nuevo con un recuento breve de todos los blogs que tuve en la vida. No son muchos.
La era de los blogs personales llegó a su fin hace mucho tiempo. No dejaron de existir, pero se volvieron un espacio de nicho. El protagonismo que solían tener en internet ahora le pertenece a las redes sociales. No tengo las ganas ni los conocimientos para analizar esa transición, pero sepan que es un fenómeno fascinante.
La era de los blogs personales llegó a su fin hace mucho tiempo. Yo, sin embargo, insisto en tener uno. A pesar de no usarlo casi nunca. A pesar de que, personalmente, las redes sociales me encanten y no me ocasionen ni la ansiedad ni la frustración que sí le causan a tantas otras personas.
Me tranquiliza tener un espacio para comunicados personales u oficiales que no esté rodeado de publicidad. Un espacio cuya apariencia yo pueda modificar, aunque rara vez lo haga. Un espacio en el que mis palabras no estén tan perdidas en un mar de textos similares no relacionados escritos por otras personas sobre cualquier otro tema. Un espacio preparado para manejar contenido bilingüe, cosa que todavía en 2021 no ofrece ninguna plataforma gratuita de escritura online.
No es un espacio para usar regularmente, pero sí para tenerlo por si acaso, y quería recorrer mis diferentes intentos de generar esos espacios en la década pasada.
Una suerte de cuaderno
(2010-2012, 68 entradas, Blogger)
Creé mi primer blog a los 18 años. Estaba estudiando Letras en la UBA, no tenía un trabajo estable y llevaba 2 años en mi primera relación amorosa.
Por esa época, en Argentina, los diarios, las revistas y los noticieros salían cada tanto a reportar el surgimiento de una nueva plataforma internetística novedosa. Facebook y Twitter ya existían, pero probablemente a mí me sonaran más MySpace y Fotolog. Ninguna me llamaba la atención. Me parecían estructuras demasiado rígidas en las que no había mucho espacio para la expresión creativa.
Los blogs simplemente fueron el primer formato de presencia online que me llamó la atención. Fue la primera vez que un noticiero dijo “mirá lo que está usando la gente para expresarse en internet” y mi respuesta interna fue “uy, sí, yo podría usar eso para expresarme, para publicar los ensayos y los cuentos que de todos modos ya estoy escribiendo por mi cuenta”.
Además, ya visitaba regularmente blogs de personalidades que admiraba y me hacía una idea de su potencial. Es mucho menos común visitar regularmente el perfil de alguien en una red social, sin crearse una cuenta primero.
En este primer blog hay crónicas de mi vida cotidiana, micro-ensayos sobre cómo iba evolucionando mi filosofía personal, ilustraciones digitales que superan ampliamente mis capacidades actuales (1, 2), unas cuantas tiras cómicas sobre mis días en la universidad (1, 2, 3, 4), y montones de enlaces sin contexto y ocurrencias breves que en retrospectiva habrían funcionado mucho mejor como publicaciones sueltas en una red social cualquiera. Hay un análisis de Don’t Look Back de Terry Cavanagh, que después rescaté parcialmente para un artículo en Matajuegos.
Empezó exclusivamente en castellano, pero a partir de noviembre de 2010 el blog ya tenía su sección en inglés. No era una sección, en realidad, sino un blog completamente separado que yo me aseguraba de que se viera igual y tuviera el mismo contenido pero en el otro idioma. En mi antiimperialismo adolescente, me obstiné en seguir usando los signos de apertura de exclamación e interrogación independientemente del idioma, ¡¿like this?!, recurso que abandoné más tarde cuando empecé a tener amistades angloparlantes y no quería quedar en ridículo.
Ambas versiones están plagadas de pequeñas personalizaciones en mi HTML recién aprendido, como el contador cascarrabias de comentarios en cada entrada, o el encabezado del blog que cambia de ilustración cada vez que refrescás la página.
La última entrada fue escrita en un momento de crisis, justo después de mi primera separación. No dice mucho, sin embargo. Solo anuncia que tengo un blog nuevo. El enlace es a la URL que acababa de comprar, davidtm.com.ar, pero ahí simplemente había una página muy básica con un enlace a mi siguiente blog.
Bastardillas en el original
(2012-2013, 31 entradas, Blogger)
Este blog ya arranca con mis primeros anuncios de videojuegos publicados (1, 2). Estaba empezando mi vida pública como desarrollador de videojuegos: un capítulo de mi vida que continúa hasta hoy. Creo que este David se maravillaría con la cantidad de juegos que logré hacer desde entonces, aunque es igual de probable que se decepcionara de mi falta de fama internacional.
Las primeras entradas tienen algunas palabras censuradas. Se me había ocurrido que era un recurso artístico intrigante, y una buena manera de esconder las muchas veces que no se me ocurría qué palabra usar en una oración o cómo resolver un pensamiento. Abandoné el recurso al poco tiempo.
Actualmente la barra lateral tiene incrustada una página de error, porque originalmente ahí había un menú de navegación, hecho en Twine y alojado en mi sitio principal. Todavía se puede ver en la versión guardada en Archive.org, e incluye un enlace al blog en inglés, creado con el mismo sistema que el del blog anterior.
Recuerdo este blog con menos frecuencia que los demás. No es lo bastante distante como para sentir que lo creó otra persona, pero tampoco lo bastante cercano como para identificarme por completo. Así y todo, su contenido me parece muy superior a lo que venía haciendo hasta entonces. Hay micro-ensayos más enfocados en mi filosofía artística a partir de las cosas que ya había creado, reseñas de películas, series e historietas que estaba conociendo en ese momento, anuncios de traducciones y creaciones personales, y casi ningún enlace sin contexto que se leyera más como un tweet.
La última entrada, escrita probablemente en un momento de mi vida en el que no estaba pasando absolutamente nada desde hacía mucho tiempo, anuncia la mudanza a davidtm.com.ar/blog.
David (TM)
(2013-2016, 13 entradas, WordPress)
Por fin me digné a instalar WordPress con el plugin Polylang y tener un espacio propio bilingüe como la gente que no dependiera de un servicio gratuito tan limitado como Blogger. Es cierto que seguía usando un servicio gratuito para alojar el sitio, Freehostia, pero en cualquier momento lo podía cambiar por uno pago y migrar el sitio sin cambiar nada estructural. Al menos esa era la teoría.
Acá ya no hay más posteos tipo red social. Casi todas las reseñas de obras están encaradas con más especificidad que antes, analizando cierto aspecto de la obra en lugar de simplemente explicar por qué me gustaba o no. No es que nunca lo hubiera hecho antes, pero a partir de esta etapa se volvió la norma.
Hay ensayos sobre la naturaleza del lenguaje y sobre diversidad en la ficción, tema con el que empezaba a experimentar y en el que todavía era un novato, así que no esperen grandes revelaciones. El artículo Mecánico Macondo: videojuegos y América Latina (al que no enlazo directamente porque Archive.org no guardó una copia, pero lo pueden leer entero en la página principal del blog) es un primer paso tímido hacia los temas que iba a explorar más tarde en mis videos para Matajuegos, Hagan juegos para América Latina y Hacia una estética del videojuego latino.
Curiosamente, esta versión del blog concluye con dos artículos llamados Qué estuve haciendo. Me resultan fascinantes, aunque deben ser de las cosas más aburridas que escribí.
El primer artículo, de junio de 2016, fue escrito en la época más triste de mi vida: mi trabajo me requería levantarme todos los días a las 6 de la mañana, y estaba atravesando mi primer (y hasta ahora único) amor no correspondido en el que me llevaba francamente mal con la persona que me gustaba. Al margen de todo eso, el artículo incluye el comienzo de dos proyectos fundamentales que me siguen acompañando con los años, aunque ahora estén un poco congelados: el blog de Matajuegos y mis parodias de juegos argentinos.
El segundo artículo, de septiembre de 2016 (nótese que esto es solo tres meses más tarde), fue escrito en la época más feliz de mi vida: había renunciado al último trabajo “normal” que tuve, empezado un trabajo mucho más satisfactorio que todavía tengo, y acababa de empezar mi segunda relación amorosa. El artículo realmente no cuenta mucho más.
Un tiempo después, el tráfico que recibía mi sitio superó lo contemplado en el plan gratuito de Freehostia y esta versión del blog dejó de funcionar.
????
(2018, 2 entradas [adicionales], WordPress)
En la segunda mitad de 2017, y en la misma semana, tuve mi segunda separación y comencé mi primer trabajo de oficina en un estudio de videojuegos. En marzo de 2018 iba a salir de Argentina por primera vez y asistir a mi primera conferencia internacional de desarrolladores de videojuegos. Quizá por todo esto me agarraron ganas de tener un sitio personal de nuevo, y uno que se viera más llamativo y profesional.
Santiago Franzani me diseñó un sitio hermoso, alojado gratuitamente en 000webhost, que incluía un blog en el que además se conservaron todas las entradas del blog anterior. No recuerdo qué motivó tanta bondad de su parte. Recuerdo que no le pagué un peso, y tengo la impresión de que no le agradecí ni una fracción de lo que amerita el laburo que se mandó, incluyendo ilustraciones bellísimas para cada uno de mis juegos de texto.
Solo agregué dos artículos en esta etapa, no particularmente interesantes: un elogio de la historieta Stand Still. Stay Silent y una crítica negativa de la película The Cloverfield Paradox.
Nunca le di a esta versión del sitio el amor que merecía. En parte por pereza y en parte por ciertos aspectos del sitio que no escalaban bien, como la presión de ponerle una ilustración hermosa a cada juego nuevo de texto que publicara. Eventualmente el plan gratuito de 000webhost también se rehusó a lidiar con el tráfico que tenía el sitio (la mayoría del cual eran probablemente bots) y dejó de funcionar. No estoy seguro de si existe una versión rescatable de esta instalación de WordPress. Al menos tengo copias de todos los artículos en Google Docs.
Este blog
(2021-????, 1 entrada y contando, WordPress)
En 2020 me encontré de pronto en medio de una pandemia global. A alguna otra gente le pasó lo mismo. Afortunadamente, y a diferencia de la mayoría de las personas que conozco, la cuarentena resultante no me afectó demasiado en lo emocional. Llevo casi un año de aislamiento, saliendo solo cuando tengo que ir al supermercado o cuando mi madre necesita remedios o algún otro recado, y nunca necesité ni tuve ganas de aprovechar siquiera las flexibilizaciones que cada tanto permite el gobierno.
Mientras otras personas estuvieron toda la pandemia intentando no colapsar bajo el estrés, yo tuve el privilegio de aprovechar el tiempo extra en casa para concretar varios proyectos que tenía pendientes desde hacía años:
- traduje mi juego de texto más largo al castellano,
- creé en poquísimo tiempo con mis colegas (una de las cuales es mi ex más reciente) un juego gigante que habíamos planeado hacía años y que fue premiado y elogiado a más no poder,
- escribí mi primera novela (que ahora estoy editando y tengo unas ganas tremendas de mostrar al mundo pronto),
- convencí a mi madre de que descontinuara su sitio en Blogger para que contratáramos juntes por fin un plan pago de alojamiento para nuestros sitios y blogs oficiales (en Hostinger, por si les interesaba).
El último punto, obviamente, es el relevante a los efectos de esta crónica. No sé qué le depara el futuro a mi vida bloguera. Si mantengo la constante de que cada uno de mis blogs tiene menos entradas que el anterior, ya no puedo publicar nada más después de hoy. No me preocupa. Como dije, este es un espacio para tener por si acaso, y ya disfruto bastante mi presencia en otras redes sociales.
Parte de mí quiere rescatar todas esas entradas viejas y publicarlas acá retroactivamente para conservar la historia de mi escritura online y darle a este blog una mayor sensación de continuidad, pero por otro lado también se siente bien que todos esos textos más novatos queden en archivos separados y accesibles solo para quien los busque con mucha determinación.
Por ahora me despido, y espero que hayan disfrutado este pequeño tour de mi vida. Aunque fuera desde un ángulo muy específico y limitado. Aunque lo hayan leído por arriba nomás. La era de los blogs personales llegó a su fin hace mucho tiempo, pero el formato conserva un lugar especial en mi corazón.